Cartas para él:
Recuerdo haber sentido pasos detrás de mí, recuerdo haber oído voces dentro de mi cabeza que me gritaban una y otra vez que algo iba a ocurrir.
No le di importancia, mi vida estaba enfocada a correr a la Universidad, estudiar y volver a casa donde siempre estaba sola.
Recuerdas a mis padres, ¿los recuerdas? Nunca tuvieron una palabra de amor conmigo, siempre estaban fuera, su trabajo, su vida social, sus amistades.
Pero tú estabas siempre ahí conmigo… escuchando mis problemas cuando grande y curando mis heridas cuando me caía de algún árbol.
¿Recuerdas esa vez cuando fuimos a montar a caballo? Tú ibas adelante y yo abrazaba tu cintura, casi me caí, me aferré a ti y sentí tu fuerza. Eras como el caballo que montábamos, fuerte, alocado, libre.
Te dejo.
Tú amiga Sam.
Cartas a mis padres:
Cuando era pequeña me sentía querida y protegida por ustedes, pero eso cambió drásticamente. ¿Por qué papá? ¿Por qué mamá?
Siempre me llevaban al campo, sentía la brisa, el olor a tierra mojada, acompañaba al abuelo a sacar la leche de las vacas y a buscar los huevos de las gallinas. Llegaba feliz con mis manos llenas de ellos y
tú, mamá, me los recibías con una bella sonrisa.
Y tú, papá, sabías que revistas de historietas me gustaban y llegabas con una o dos de ellas.
Pero eso un día cambió,
¿Por qué?
Su hija Sam.
Cartas a él:
Cuando te fuiste lejos de mi, no porque quisieras, sino porque el destino dijo que debías ir a estudiar a la Universidad. Fuiste a estudiar Veterinaria , tu pasión eran los animales, la granja y el campo.
Pero debiste irte al cemento de la ciudad y ya no te vi más. Solo una vez al año ibas a tu ciudad y podía estar contigo. Nos contábamos todo lo que habíamos vivido en esos días, me contabas de tus amigos, tus estudios, y tus amores.
Yo sólo te contaba de mis amigos y estudios, no tenía amores.
¿Sabes por qué no los tenía?
Tú amiga Sam.
Cartas a mi mamá:
Yo puedo entender que mi padre cambió y te sentiste sola, pero debiste aferrarte más a mí y no soltarme. ¡Te lo gritaba en silencio! Te necesito mamá. Pero tú no lo percibías, solo me mirabas con esas miradas de pena que nunca más se alejó de tus ojos.
Muchas veces, siendo aún una niña, quise ayudarte para volver a ver y sentir tu risa, pero no pude.
Nunca me fallaste, pero ya no sentía tu cercanía, tu cariño, tu risa……. TE AMO MAMÁ, TE NECESITO.
Tu hija Sam.
Carta a mi papá:
¿Dónde se fue ese hombre protector y cariñoso que tenía, papá? ¿Dónde se fue el hombre que me decía que era su tesoro? ¿Dónde se fu e el hombre que me recogía del suelo cuando me caía?
Ahora me caigo y me tengo que parar sola, eso está bien, pero ya no siento esa sensación de seguridad que estaba cuando era pequeña.
Siempre te decía – ¡te quiero! Luego ya no. Después sólo te quería decir – ¡TE NECESITO! Pero solo salía el silencio. Tu mirada no me dejaba.
Tu hija Sam.
Cartas a él:
Cada vez que llegabas con una novia, mi corazón se rompía. Pero era feliz, porque tú lograbas escabullirte para hablar de nuestras cosas. Mirábamos el cielo y nuestra estrella estaba siempre allí, ¿la recuerdas? Esa estrella era la más luminosa, era nuestra…..Aún hoy la miro y veo tu cara sonriente, tu pelo rizado que caía sobre tu frente, tus ojos verdes y tus mejillas tostadas por el sol.
Cada vez que, por casualidad, se rozaban nuestras manos, mi corazón latía con más fuerza. Tú no te dabas cuenta, sólo reías…..
Tú amiga Sam.
Carta a mis padres:
Mi juventud fue más fácil, era normal la rebeldía en esa edad. Me quería demostrar a mí misma que no los necesitaba, pero dentro de mi, la realidad era otra. Los necesitaba más que nunca.
Como quise llegar a tus brazos, mamá, cuando mi corazón se rompía y necesitaba tu abrazo. Como quería contarte que aquellos ojos verdes me enloquecían. Pero tus ojos tristes me lo impidieron.
Como quise decirte, papá, que no sabía que estudiar, que tenía dudas. No pude, nunca estabas en casa y, si estabas, no me dabas la confianza ya que esquivabas mi mirada. ¿Qué querías esconder?
Tuve que tomar mis propias decisiones, tuve que sufrir a solas, tuve que seguir adelante sin el respaldo de ustedes.
No les tengo rencor, pero me faltó la osadía de preguntarles – ¿Qué pasó? – ¿Por qué?
Hoy solo les digo que los amo y aún los necesito.
Con todo su amor.
Su hija Sam.
Cartas a él:
Ahora tengo la valentía de decirte con todas las fuerzas de mi corazón ¡TE AMO! Siempre te amé.
Cuando reíamos te amaba, cuando jugábamos te amaba, cuando mirábamos las estrellas te amaba, cuando conversábamos te amaba, cuando rozabas mis dedos te amaba, cuando me mirabas te amaba, cuando existía te amaba.
Tú amiga Sam.
Al terminar cada una de esas confesiones no pude evitar llorar. No era porque tuviera miedo ni tuviera dolor, era porque jamás podría decirles ninguna de esas cosas a ellos en la cara.
Después del accidente era como si yo pudiera verme, sólo que no miraba un espejo. Me veía llena de rasguños y sangre en el hospital, escuchando como todos lloraban por mí.
Escuchando lamentaciones de mis padres, los incontables lo siento de mi querido hermano, y los te quiero de mi querido amigo.
Lo que yo no sabia era que ya estaba muerta y no había salvación para mí . El impacto del choque me costo la vida y, no sólo eso, jamás podría decir lo que yo sentí estando viva.